El gris en la atmósfera, las gotas de lluvia, el frío y el recuerdo, hacen que me venga a la mente la entrada que escribí hace ya algunos meses. Recuerdo aquel día al alma poeta, lágrimas de lluvia...
Lágrimas de lluvia…
Mentalmente no estaba bien, y lo disimulaba con la máscara que se había impuesto en los últimos días e incluso en los últimos meses. Necesitaba la máscara para no despertar todo tipo de preguntas innecesarias. Preguntas que ella se negaba a responder.
Apenas le apetecía hablar; mucho menos tener que dar explicaciones. Al fin y al cabo, la vida es un sin fin de máscaras que nos quitamos y nos ponemos, que odiamos y amamos, que acaban formando nuestro yo verdadero.
Ella se ponía la máscara de la sonrisa mientras lloraba tras ella. Observaba la de la tristeza con melancolía y realidad.
Ese era su día a día, y a lo que se había acostumbrado a vivir. Vida oculta, era la reina de las máscaras…
Ese día, consciente que no podía faltar a su cita, se despertó con la mirada perdida. Lo único que deseaba era encerrarse en su habitación a media luz, con sus velas con olor a vainilla y escribir. Vomitar todo lo que su mente necesitaba gritar. Sin máscaras. Pero su deseo tenía que esperar. Salió de su casa con intención de pasear por la orilla del mar y reflexionar. Necesitaba sentir de cerca su color. Su silencio…
El día la acompañaba en su paseo sigiloso. Sentada en la arena húmeda podía oler la sal del mar y sentir como su azul acariciaba la arena de su juego…
Las nubes, como si de un puzzle se tratara, se unían lentamente hasta formar una grandísima nube grisácea. Ella las observaba desde la lejanía. Y, en silencio, disfrutó del paisaje que tenía delante de su triste mirada. Sin máscaras y sin explicaciones, volvía a ser ella. Sonrió.
Cerró los ojos y sintió como una gota acarició su mano. Una gota siguió a otra, y otra a otra…Levantó la mirada y observó como las gotas bailaban con el agua del mar. No pudo evitar lo esperado y sus lágrimas se mezclaron con la lluvia…
Mojada, hasta lo más profundo de su ser, echó a correr con un único destino. Corría mientras la lluvia penetraba más en ella. Corría porque llegaba tarde a su cita. Corría porque necesitaba sentir la lluvia en su cuerpo y porque era la única que le había hecho sentir estar viva. Corría porque estaba sola. Corría porque se sentía libre. Corría porque su tiempo aún no se había acabado. Corría porque se mojaba…
Al llegar al mirador dejó de correr. Mojada y empapada se mezcló con la poca gente que paseaba. Nadie la miró. Ni siquiera para compadecerse.
Los paraguas les impedían ver la lluvia caer, y ella sólo veía la lluvia que le impedía ver los paraguas. Entre la inmensa minoría de un día gris, pasó desapercibida. Un cuerpo sin alma…
Mientras caminaba sin pensar y dejándose llevar por el ritmo de la lluvia decidió darse por vencida refugiándose en un pequeño portal.Era la primera vez que no sentía la lluvia en su cuerpo. Y respiró profundamente. Pero sintió algo peor que la lluvia, algo en su interior que le decía que no tenía consuelo alguno. Sintió sus lágrimas deslizándose silenciosamente mientras escurría su larga melena negra sin movimiento por la lluvia.
Creyendo que estaba sola percibió una respiración a su lado.
- Perdona, ¿estás bien? – se escuchó tras ella en mitad de la oscuridad de aquel estrecho portal.
Ella se giró, mientras intentaba secarse las lágrimas, y vio a un chico alto, delgado que, al igual que ella, también estaba completamente empapado por la lluvia.
- Creo que a los dos nos ha pillado la lluvia por sorpresa…- dijo mientras sonreía bajando la mirada.
Ella no sabía qué decir. No se sentía con ganas de entablar una conversación con un desconocido, pero él no tenía la culpa. Él no. Debía ser amable.
Mientras se apoyaba en la pared, no dejaba de mirarla. Ella le devolvió el mismo gesto y se apoyó en la pared que estaba enfrente de él. Bajaron sus miradas con el único sonido de la lluvia. Ambos, mojados y empapados, se olvidaron de la fuerte lluvia que caía en el exterior…
- Perdona, no te había visto. A mí la lluvia, en realidad, no me ha pillado por sorpresa. Nunca lo hace. En el fondo, yo creo que la busco… - dijo ella alzando la mirada.
- Bueno, o quizá sea ella quién te busque a ti…- dijo sonrojándose.
Ella no puedo evitar sonreír a la vez que miraba la lluvia. Gris y solitaria.
Volvía a sonreír de nuevo. Esta vez sin máscaras.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó con una sonrisa en los labios.
-¿Tú sabes por qué llueve?- preguntó con cierto nerviosismo.
- (Ella soltó una tímida carcajada) Nunca nadie me había hecho una pregunta de ese tipo…- dijo ella mientras acariciaba su negra melena que seguía chorreando por la lluvia.- Pero supongo que porque las nubes están cargadas de agua, no sé…
- No, estás equivocada- dijo mientras la miraba sin pestañear.
- Llueve porque el cielo está triste…- y bajó la mirada.
- ¿Triste? ¿De qué?- preguntó sorprendida.
- Triste porque no te puede tocar. Triste porque la única forma de poder sentirte es derramando sus lágrimas en tu cuerpo…
Ella, en presencia de aquel desconocido, se derrumbó…
Noelia M.
Al alma poeta...
6/II/08
Nota:
Fue la primera entrada de este blog que firmé con mi verdadero nombre. Me siento muy unida a este texto. La lluvia me lo recuerda. Posiblemente, está entre mis diez mejores escritos.
Un texto donde realidad y ficción (frase muy mía) van cogidas de la mano. A veces, ella y yo, somos la misma. Sólo a veces, la mayoría, casi siempre, siempre...