jueves, 16 de octubre de 2008

El chico de la cama de al lado...





El chico de la cama de al lado…

Viene con la hora justa mientras estoy por los pasillos. Pero siempre aparece ante la amplia sonrisa de su abuela.
Compartimos habitación y, desgraciadamente, la misma enfermedad. Una postrada en la cama, la otra danzando sin rumbo.
Enfermedad que la padece el enfermo, pero que salpica a los que están a su alrededor.
Él se hace cargo de su abuela. En eso está solo. Su abuela lo adora. Él se desvive por ella. Es sangre de su sangre…

Desde hace tres semanas, hacemos turnos para estar con mi abuela. No es fácil. Ella nunca lo ha sido. Ahora menos. Su mente se va por momentos y no regresa. Vuelve, pero no se queda. Huye sin ella.
Sólo camina. Camina a todas horas. Y las horas caminan por ella. Apenas duerme. Sus cuarenta y cuatro kilos aún le marcan el paso. El nuestro se agota en cuestión de segundos…
La llaman la ‘muñequita’. Realmente lo parece. Frágil, como ausente, agarra fuerte mis dedos. Su mirada ya no es lo que era. Ella es lo que ha sido toda su vida. Preguntas y no contesta. La miras y no pestañea. Aún sabe mi nombre. Y el del resto.

El chico de la cama de al lado nos ayuda, me ayuda. Lleva un año en aquellas cuatro paredes. Nosotros aún estamos digiriendo la enfermedad que crece a pasos agigantados. Se sufre, se llora, pero ahí estamos. Y él nos escucha, que no es lo mismo que decir que nos oye. Hablamos. Hacemos reír a mi abuela, y él se ríe. Es serio, tímido pero se le ve a gusto. Se nota en sus carcajadas.
El chico se preocupa por mi abuela, por nosotros y por mí. Conocemos parte de su vida. Su larga vida para su edad. No se la merece, pero no se queja. Sólo quiere lo mejor para sus abuelos, las personas que lo han criado y le han enseñado lo que es la vida, con sus buenos y malos momentos.

Somos los más jóvenes de la planta. Y se nota. En esa habitación se respira VIDA por la que vivir, mientras hacemos feliz a las vidas, sangre de nuestra sangre, que se van apagando poco a poco. Vidas que el tiempo se encarga de quitarles la respiración.

El chico de la cama de al lado, piensa como yo. Y por nuestras abuelas lo que haga falta ante la atenta mirada de ambos abuelos, que no saben muy bien lo que la vida les tiene preparada. Los miro, y están felices al estar al lado de sus mujeres. Ancianos, las miran con ternura. Ellas los nombran, como el que se agarra a un clavo ardiente. Ellos sonríen. Es el aliento que necesitan para seguir viviendo.

Me emociona. Mi abuelo –ahora- se da cuenta de que su mujer no está bien. Sufre. Ahora si sufre. Pero calla estando a su lado. Todos callamos con lágrimas en los ojos.


Desde hace unos días, el chico de la cama de al lado, no viene. El trabajo le impide estar en esas cuatro paredes como cada tarde. Y no tiene a nadie.
La mujer espera guardando su mejor sonrisa para él.Con dolor le digo que no vendrá, y el gesto de su cara cambia de repente. Sufre, como si le faltara algo.
“Tranquila, no se preocupe, yo le ayudo en todo lo que pueda”.
“Gracias señorita, es usted muy amable”.


Hoy estoy cansada. He estado pendiente de las dos.
Se lo debemos. Se lo debo.

El chico de la cama de al lado se merece lo mejor. Sus padres deberían pensar que la VIDA es lo más importante, que las disputas se pueden convertir en sonrisas, y que el dinero es sólo un papel que sirve para comprar cosas. La felicidad de los que más quieres no está en venta. Ni se compra ni se vende. Todavía no…




Nota: el video o la canción que he puesto de Hanna no tiene nada que ver con el tema, sólo que cuando he escrito esta entrada estaba escuchando esta canción. Siempre escribo con los cascos. Y esta entrada quiero recordarla así…


Aileon

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi familia y yo pasemos por lo mismo el año pasado,mi abuela estubo meses en el hospital,lo que al principio fue una fractura en la pierna se acabo convirtiendo en esa enfermedad que poco a poco te va desgastando la vida sin poder hacer nada.
La verdad que nosotros somos una familia numerosa y pudimos siempre estar con mi abuela,quando no estaba uno estaba otro,pero si hay algo que me lleno mucho la antencion,fue el ver como durante ese periodo que estubo mi abuela fueron entrando gente mayor,que no tenian nunca a ningun familiar a su lado,como mucho venian a verlos los findes y lo justo,es algo que nunca entrara en mi mente como es posible que puedan olvidar de esa manera a esa persona que te lo ha dado todo en la vida...por suerte aun queda gente como tu y tu familia,como la mia o como este chico...

No era mi intencion el explicar lo de mi abuela,pero tu entrada ha echo que la recordase,lo siento

Desde aqui le mando un fuerte abrazo a tu abuela y a la del chico de la cama de al lado

Cuidate y otro fuerte abrazo para ti

Pandora dijo...

Aunque se vivan momentos tan duros y difíciles como el que tú y tu familia estáis viviendo ahora, como ves, siempre se puede sacar algo bueno. En este caso, ver a ese chico que cuida a su abuela con todo el amor del mundo y que sacrifica todo lo que puede para estar ahí, es una lección muy bonita.
Esto es bastante complicado, necesitas tener mucho ánimo pero piensa siempre que esto lo haces porque quieres, porque no soportarías que tu abuela estuviera ahí, completamente sola, como si no tuviera familia, por eso, a pesar de todo, merece la pena.
Un beso.

Aileon dijo...

David,
Siento muchísimo que hayas tenido que recordar esos momentos que tuviste que vivir tú y tu familia hace ahora un año.
No tienes por qué discuparte por hablar de tu abuela. Estoy para eso y para más.

Es verdad que muchos aún teniendo familia, están solos y dan su último suspiro en aquellas cuatro paredes blancas con olor a medicina.

He querido escribir esta entrada, ya no por explicar la enfermedad de mi abuela ni dar datos, sino porque aún hay gente buena por el mundo, gente que hace lo posible e imposible para hacer felices a los suyos, concretamente a los abuelos de este chico.

Gracias, cuídate mucho
Un saludo para todo el día.

**Me gusta más cuando estoy irónica.

Aileon dijo...

Tienes razón, Pandora.
Vivirlo eso, el que una persona se desviva por estar con su abuela, te das cuenta que merece la pena. Y por gente así, la paciencia reaparece de nuevo en nuestras vidas.

Mis abuelos sólo nos tienen a nosotros (me refiero a mi madre- su única hija- mi padre y a sus dos nietas) y aunque vamos todos estresados, intentamos no dejarla sola en ningún momento.

GRacias por el comentario,
Que tengas un buen día.
Un saludo

Julia dijo...

Creo que voy a responder a tu escrito contando, sin grandes detalles, mi experiencia en una planta de hospital que me marcó para el resto de mi vida, y en la que me pasé, acompañando a mi madre, durante siete meses, (por diversos motivos, no había nadie más que pudiera hacerlo).
Dos días completos cada quince días durante dos meses y, cada vez que cogía la más mínima infección, (el bicho como ellos lo llamaban), podíamos estar ingresadas quince días sin salir de allí ninguna de las dos, bueno, yo salía unas horas después de seis días para tumbarme un par de horas en mi cama y darme una ducha como dios manda.
Pasados esos dos primeros meses, los ingresos eran cada vez más frecuentes y más prolongados hasta que...
Pero prefiero quedarme de este escrito con la parte positiva que, también en estas circunstancias existe, y es esa solidaridad que se crea no sólo con las personas que están enfermas en la misma habitación, en el mismo piso, si no con los familiares de esas personas, con el personal de planta que, salvo pequeñas excepciones, son cariñosos hasta más no poder, tanto con esos pacientes tan especiales como con sus familiares.
A pesar que era muy difícil volver a coincidir con muchos de los enfermos y todos nos imaginamos el porqué, el cariño, el respeto, ese sentimiento de intentar apoyar, ayudar en todo momento, es allí donde lo vi reflejado con una enorme fuerza y sin el menor interés.
De esto han pasado más de siete años, (no puedo evitar contar también los meses) y, a pesar de ello, aún conservo de esta terrible situación dos experiencias:
Una muy negativa: La total y absoluta impotencia a pesar de intentar demostrar una fuerza moral y física, aunque al final termines derrumbada, en una planta donde cada día, cada noche, se “marchaban” dos o tres personas y llegaban como en una rueda macabra otras tantas a sustituirlas.
Una muy positiva: Descubrí que el dolor, el desconsuelo, la desesperanza une a personas que no se habían visto en su vida y que allí, sin preguntar nada, sin que nada importase, nos convertíamos en una grupo compacto, una enorme piña para tratar de conseguir que, ese tiempo, poco o mucho, fuera para ellos lo más agradable y tranquilizador posible.
Un beso amiga mía. Ten fortaleza y si necesitas llorar que, seguro lo necesitas, sé que lo harás cuando no pueda verte, porque si algo puede animarles en una sonrisa, una palabra cariñosa, un gesto dulce, aunque por dentro, nos estemos rompiendo.

Julia.

Aileon dijo...

Julia,
Se me pasó tu comentario. Discúlpame...

Siento muchísimo lo que debiste pasar con tu madre. No debió ser fácil. Quédate con lo positivo que no lo has podido describir mejor.

En cuanto al resto, no sé que decirte. Ahh sí, gracias por contarme tu experiencia personal. Gracias por el apoyo y por ser como eres.

Cuídate,
Un beso muy fuerte

Anónimo dijo...

Yo soy la menos indicada de hablar de mi abuela porque apenas puedo estar ahi con ella.Se que mis padres y sobre todo mi hermana estan ahi el tiempo que haga falta a veces me siento mal por no poder ayudarlos mas, ellos saben que me tienen para lo que quieran.No puedo seguir escribiendo porque apenas veo la pantalla por mis lagrimas solo decirles que tienen mi apoyo.Ojala pudiera hacer mas por mi abuela.Un beso de tu hermana.

Anónimo dijo...

Irene, no llores porque haces lo que puedes. Todo hacemos lo que podemos, así que tranquila. Además, ya sabes lo que piensa ella, y todos estamos en la lista...Pero tenemos que tener la conciencia tranquila, y tú también.

Hoy al final ha tenido una buena tarde, sólo al final se ha puesto mal, bueno como tú ya sabes, pero bueno bien. No me puedo quejar!

Tranquila, te mando un beso!!!! ;)