Es lo peor que nos podía pasar. Es como volver a empezar, pero peor. Ahora que todo empezaba a funcionar, a seguir una ruta marcada que nos llevaba por buen camino, y ahora esto.
Paciencia, es lo más. Y suelo tenerla, no la pierdo nunca. Pero ayer, o esta mañana no es que la haya perdido, más bien me planteo si en realidad alguna vez la he tenido. Salí a las ocho de la mañana, por los pasillos del hospital llorando ante la mirada de mi madre que veía como me alejaba mientras era ella la que tomaba mi relevo. Esta madrugada he tocado fondo junto a su cama.
No pasamos un buen momento. Se ajunta el hambre con las ganas de comer. Creo que lo peor está aún por llegar, y vamos a acabar todos desquiciados. La situación nos supera por momentos. Serán semanas, por no decir meses, complicados. Pero que nadie me vuelva a decir que tengamos paciencia, porque no, ya no lo aguanto.
Dicen que la Navidad está a la vuelta de la esquina, y eso significa que no me puedo dormiren los laureles. Debo ir pensando en el día de Reyes. En tunearme el traje, que ya toca, sobre todo el pantalón y en preparar escritos y detalles que no esperan. Sí, a los niños reparto juguetes (cada año me hago un lío que no veas) y a los mayores escritos, tipo pergamino, donde prima por excelencia el humor.
Este año tengo la mente espesa y la pluma sin tinta, pero no desisto en poder encontrar las palabras adecuadas para ese día tan especial. Palabras que dibujen una sonrisa en los labios de quién las lea. Estoy en ello.
Yo doy ilusión y tú la quitas (eso sólo lo puede entender quién la conozca, jeje) Hoy es el cumpleaños de mi sister.
Uy no no, perdón. Ésta tan seria no va contigo, ups. Ésta mejor. Sólo imagina a la mama bailando, jejejeje
Dale daña!!! Un año más de risas. No cambies, bueno sí, siempre se puede mejorar, jajajajajajajajajajajaja ¡¡¡¡¡¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES!!!!!!
Si en todos los cuentos aparecen los mismos personajes ¿por qué en el mío sólo hay brujas? Estoy por irme con la escoba, de copas con la abuela de Caperucita, comerme las migas de pan de Hansel y Gretel, macharía a Cenicienta para que limpiara todas las casas del mundo, quemaría toda varita mágica de las hadas, metería a Peter Pan en una residencia, no despertaría jamás a la bella durmiente para poder ligarme al príncipe, separaría a los tres cerditos, me fiaría del lobo, haría que los siete enanitos hicieran triple jornada mientras la otra está con Geppeto, le raparía el pelo a Pocahontas, obligaría a Pinocho a decir mentiras, chafaría a Pulgarcito, compraría una mini pecera a la sirenita, les pondría un palacio a las ranas, liaría a Campanilla y a Pepito Grillo, comería todas las manzanas envenenadas…Y a los príncipes. Los montaba a galope y los perdía en el infinito y más allá. Y a las princesas. Ayy, las princesas ¿Qué hago con los princesas? Me basta con mirar la imagen...
¿Soy mala? Bienvenido al mundo real, y ya mismo al 2010.
Esto es jodido. ¿Por qué? Supongo que el tiempo al igual que cura las cosas también las cambia ¿no crees? Sólo tengo que observar a mi alrededor y ver en su interior…
No es una cosa que me moleste, ni siquiera me preocupa. Sólo que me parece triste el concepto inequívoco que me ronda. Puede que haya dado pie a ese concepto, cosa que no entiendo, pero la percepción actúa de esa manera. Dentro o fuera, no siempre es la misma. Ese es el problema. Que todo lo que se mira a los ojos se puede debatir. Lo demás, lo dudo. Aunque claro, pensándolo bien, puede que los demás tengan todo o nada que ver, y les moleste lo que en realidad envidian. Y no hablo de la buena, que todos sabemos que no existe. Aquí no hay relatividad que valga. No soy química, ni mucho menos física. Soy palabra de tapas duras, que narra y cuenta su vida a medias. Anónima para el resto.
Tras la sonrisa puede haber un puñal y tras una espina, una bella rosa. Por esta vez, deja de sonreírme…
Sólo me ocurre ese día. Es curioso como me afectan los sábados por la tarde cuando no tengo planes, cuando no tengo que subir a Barcelona, o cuando no estoy con él. Por un motivo u otro siempre acabo triste, pensativa, y con una sensación de vacío oxidado. Pero ese es otro tema. La cuestión es que cuando me quedo sola en casa, sin nada que hacer, sin nada que ver, sin nada que escribir y con el pijama a cuestas, me da por ordenar lo que tengo en el armario. Más que ordenar, tener algo que hacer. Y más que hacer, llenar el vacío con algo. Y más que llenar ese vacío,... recordar. Sí, esa es la palabra. Pero es que el tiempo, la situación y la circunstancia me obligan a ello. Pero no me quejo. No, de eso no. Todavía, no.
Con una pequeña y simple luz que apenas iluminaba mi habitación he abierto el armario de las letras, de mis letras. Como por azar, he cogido una de las carpetas. Ni siquiera recordaba su interior. Mezclada con todos los apuntes de la universidad y lo que no es universidad la había olvidado por completo. Me siento en la cama y me apoyo contra la pared. Enciendo una vela blanca que tengo a mi izquierda. Todo está en silencio. Ni siquiera pongo música. Muy raro en mí, pero empiezo a recordar que hay en esa carpeta. Lo siento, ni siquiera el sonido de un piano merece ese momento. Optó por el silencio. Abro la carpeta y me invade un olor de dolor, de sufrimiento. Un dolor que jamás debería haber existido. Ahí están arrugados en el paso del tiempo, no en el recuerdo. Uno del 2001, otro del 2004. Las portadas vuelven a dejarme helada. Empiezo a leer…
El nudo en la garganta rompe a llorar.
Se nota que ya no dejan tinta, pero si huella. Desgraciadamente una huella imborrable, y un dolor insoportable e insuperable. No es justo. La vida a veces no es justa, y muy justa para quienes no se la merecen.
¿El por qué guardo los periódicos de aquellos fatídicos, tristes y dolorosos días? Por una simple y llana razón. Porque me lo debo a mi misma. Porque me marcaron. Porque en toda oscuridad siempre hay un pequeño rayo de luz. Por eso y porque...
Quiero que mis futuros hijos no tengan una venda en los ojos, y sepan el verdadero sentido de vida. Porque quiero que sepan que nada es de color de rosa, que la vida es dura, que el sufrimiento está sin que nadie lo invite, que la intolerancia pasea con nosotros y a nuestro lado, que el dolor nos acompaña en la soledad, que la injusticia se respira con sólo abrir lo ojos, que la vida es un sin fin de muertes…
Porque quiero que vivan la vida, que disfruten, que luchen por sus objetivos, que expriman cada segundo en cada minuto, que valoren lo que tienen, que sonrían, que lloren y, sobre todo, que no hagan daño ni causen dolor a los demás, que desgraciadamente, de eso ya se encarga la propia vida y los malnacidos que habitan en ella. Porque quiero que sean felices…
Quizá así algún día me puedan explicar lo que yo no he entendido, ni entiendo, ni entenderé, ni jamás encontraré una explicación.
- ¿Sabes cuánto hay que pagar para ir a ese gimnasio? Es que me han dicho que está muy bien, pero que es un poquillo caro, unos 60 al mes. - Alaaa ¿quién te ha dicho eso? Eso es mentira, yo desde hace cuatro años voy a ese gimnasio dos veces por semana y no pago eso. Madre mía, ¡¡¡qué barbaridad!!! No, no. Tú ni puto caso. - Si no es mucho preguntar ¿cuánto pagas al mes? - 55 euros.
Joder, o yo soy tonta o me hacen tonta, o los demás son tontos, o las tres cosas.
Pues eso, tengo que revisar urgentemente mi concepto de barbaridad.
Para todo lo demás…Vaffanculo.
Llega el finde y una se vuelve cañera. Hoy tengo cena con amigas. Tapeo del bueno con el camarero Miliki
¿Crees que me conoces? Dicen que las palabras delatan y nos dejan ver el verdadero yo de todo aquel que lee y escribe, que lamenta y sueña con su pluma y su mirada, aquel que sigue sus pensamientos sepultados en forma de vocales y consonantes teñidas de tinta, reseca por el tiempo sin números ni agujas que lo acompañen. Todo o parte de la nada es un espejismo, una capa de doble filo que silencia lo invisible a los ojos del que está cansado de ver, y se deja llevar por la tormenta de arena fina que zarandea los recuerdos sumergidos en sollozos y lúgubres sonrisas. Como marionetas sin cuerdas, van de boca en boca, en manos que no son su voz. Quedan plasmadas en un papel en blanco, con intención que alguien les devuelva su vida, su falsa vida. Como el vaivén, regresan, vuelven y se van…Huyen en busca del herido, del que carece de sentimientos, del vacío sin pensamientos. Y se apoderan dejando sin aliento al afásico que busca desesperadamente impotente su voz. Y se burlan de los que creen que les dicen la verdad. Y aparecen cuando sobran, y desaparecen cuando no las necesitamos. Dicen que las palabras nos delatan. Después de esto, estoy segura.
No sé si alguna vez lo he dicho, pero tengo dos ahijados. Uno de ocho años, hijo de una prima de mi madre, y el otro mi sobrino de seis, que es mi niño. Ambos, me vuelven loca. Y yo como loca, estoy encantada. Lo curioso es que a ambos les regalé unos peluches cuando apenas tenían meses. Al mayor, un Bambi. A mi sobrino, un perro. Y es que parece que los haya parido a los dos. Se parecen tanto a mí, o yo me veo tan parecida a ellos, que...
El otro día hablando con mi prima, me dijo que mi ahijado aún duerme con ese muñeco, que es su preferido, que lo tranquiliza cuando lo toca. Tiene muchos juguetes, juegos y demás, pero como Bambi, ninguno. Lo curioso, es que mi sobrino con todo lo que tiene, no puede separarse del perro que le regalé cuando apenas tenía 9 meses. Donde va mi sobrino, detrás está su peluche. Ya es uno más de la familia. Si se cabrea el primero que recibe es él, pero cuando se despierta el que recibe sus primeros buenos días es su peluche del alma. Y yo, pues…Me emociona saber que, después de todo lo que tienen los niños hoy en día, tengan un especial cariño a unos peluches que compré hace años. A mí, estas pequeñas cosas, me emocionan. - Tita, ¿los muñecos tienen cerebro? - No - Y ¿por qué? - Porque no son seres vivos y no tienen corazón. - ¿Ah no? - No.
Justo negarlo con rotundidad, bajó la mirada. El pobre se quedó callado, lo abrazó con fuerza y miró con pena a Jacky (el perro de peluche). Y yo pensé, menos mal que no es un ser vivo, de lo contrario yo creo que Jacky ya se hubiera suicidado porque tela mi sobrino el trote que le ha dado, y que le queda por dar…
Y como hablando en voz alta dijo...
- Jacky, no hagas caso a la tita, que dice que no tienes corazón. Los mayores no nos entienden. No importa, yo te quiero igual…
Y entonces pensé,
Es verdad, los mayores no nos entienden…
Nota: Aquí os dejo uno de los Spiderman que le he hecho a mi sobrino. Está hecho con plastilina, a ojo. Vale, no es lo mejor. Pero yo lo hago con todo mi cariño, y él está encantado. Mi hermana no tanto que dice que luego se lo tiene que hacer ella, y no tiene ni idea, jeje. Pero aún así yo me aprovecho y tiene toda la habitación empapelada con cosas que le hago (dibujos, dibujos con plastilina, con tela,...). Me encanta dedicarle tiempo a ello, porque no es que pierda el tiempo en eso, más bien lo gano en felicidad con el simple hecho de verlo a él feliz...
Nota 1: El día que tenga un hijo, ya puede temblar…