Malditos PEROS

Casi cada año me pasa lo mismo, y siempre lo acabo superando con éxito, pero ¿y lo mal que lo paso en el proceso? Nadie lo sabe bien, bueno sí. Se me nota.

Aún me quedan unas cuantas semanas, y con sólo pensarlo ya me pongo mala. Me entra un escalofrío que me corre por todo el cuerpo, empiezo a notar como la respiración se acelera en cuestión de segundos, y como un sudor frío se apodera de mí.

Y eso que aún falta…

Y no es que padezca aerofobia, que también, pero no. En eso soy como el resto de los mortales. Nerviosismo que aparece el mismo día y desaparece una vez llegas a tu destino.

No, no se trata de eso. Lo mío se entiende fácilmente, pero me afecta mucho más de lo que los demás puedan imaginar. Es algo que no controlo, que me supera y me bloquea y que de verdad lo paso verdaderamente mal.

El caso es que cuando viajo con mi familia (como es en este caso) lo paso realmente mal. Es una sensación distinta. Es curioso y tendría que ser al revés, es decir, me sentiría más apoyada porque están a mi lado, pero no. No es así. Pienso muchas cosas, pienso que puede pasar cualquier cosa, y ellos ahí dentro…

Sé que se entiende o no, pero lo paso francamente mal. A medida que se va acercando la fecha voy notando los primeros síntomas: nerviosismo, insomnio, falta de apetito, náuseas….y todo porque sé que en cuestión de días me veré sentada en los asientos de un avión rodeada de los míos.

Y es que preferiría mil veces viajar sola, y sufrir los típicos nervios, que no pensar en cosas así…

Sí, vale. Como dice mi hermana, si piensas eso, más vale no salir de casa. Sí, es una frase muy buena y real como la vida misma. Pero….En esta vida, bueno en mi vida, siempre hay un PERO. Los que tenemos fobias somos así. Y es que aquí se unen mis peores pesadillas: ésta y el miedo a las alturas.
Ojalá pudiera cambiar eso, por mi bien, y porque sé que los que están a mi alrededor lo pasan mal si saben que sufro. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Un sin fin y un nunca acabar.


Tres horas.
180 minutos.
10.800 segundos.

Para mí, una eternidad.


El año pasado a mi lado había una chica que viajaba sola pero que su cara lo decía todo, como la mía que hablaba por sí sola. Le dije si quería que le diese la mano al despegar. Sonrió y me dijo que no, dándome las gracias. Pero sé el porqué lo dije, y el porqué lo hice, y puse la mano encima de la suya. Me sonrió de nuevo, mientras ambas cerrábamos los ojos. Mi otra mano, la apretaba fuerte el nene…
Era un día después del trágico accidente de Spanair. Yo hubiera cancelado el vuelo. Fue tal lo que pasé...

Sin periódicos (prohibidos porque todos hablaban de la triste noticia), donde el silencio reinaba a la fuerza, la situación era tensa, dura, triste y ,sobre todo, dolorosa.
Nota:
Estoy por ir al médico y que me recete una pastilla de esas que te dejan K.O.

Aileon